Cuentan que el escritor mexicano Alfonso Reyes fue sorprendido por su mujer, en la biblioteca de su casa, en situación, digamos, indecorosa, con su secretaria.
Su mujer, estupefacta, acertó a decir:
- Estoy sorprendida.
El interfecto, con gran entereza, pese a lo comprometido de la situación, apostilló:
- Querida, estarás estupefacta; el sorprendido soy yo.
PD: Visto en desequilibrios gracias a Pipero.
miércoles, 2 de septiembre de 2009
Hablemos con propiedad
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Exacto. Hablemos con propiedad: un interfecto es un muerto.
ResponderEliminarSiguiendo con el tema,no tienes perdon,tio,por lo menos podias haber dicho un miserable agur,ganas me dan de terminar nuestra "relacion"que poca delicadeza por tu parte,con lo que yo te aprecio,pero ya veo que la cosa no es mutua.Bueno,echao el sermon publicamente y para tu escarnio,ya contaras como te va.A falta de algo peor...eres odioso.V.
ResponderEliminarPero que dices mujer de dios, si te estoy diciendo que con un poco de suerte trabajo el sábado....
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