sábado, 19 de abril de 2008

Prejuicios

Todos los tenemos. Es algo que aunque intentemos evitar, nos es prácticamente imposible. Cuando conocemos a alguien, cuando vemos a alguien por la tele, etc. El caso es que muchas veces (por no decir casi siempre) son erróneos. La frase "las apariencias nunca engañan" me parece una de las mayores chorradas del saber popular. Y me lo parece entre otras muchas cosas porque, para empezar, yo mismo no soy como aparento.

El caso es que me viene a la mente el tema porque ya comenté el otro dia que nos paró la GC, y la verdad es que los tenía como bastante más amables. Pero bueno, de todo tiene que haber en la viña del señor y nos tocaron unos un poco secos. Eso sí, siempre educados dentro de lo que cabe.

Sin embargo, con la policía municipal ya es otro tema. He coincidido (sufrido mejor dicho) con muchos, varias veces trabajando incluso. Pues bien, a lo largo de esa dilatada experiencia, lo cierto es que prácticamente todos eran lo peorcito de cada casa: chulos, maleducados, prepotentes, incompetentes...

Por eso, cuando ayer por la mañana tuve que acercarme a uno para preguntarle como acceder a la catedral con una furgoneta, llevé conmigo todos mis prejuicios. Cual fue mi sorpresa al encontrarme con una de las personas mas educadas y cordiales con las que he coincidido en mucho tiempo. El tono de voz, las formas, todo, absolutamente todo fue impecable. Y aún así seguia teniendo un aura de autoridad que infundaba respeto.

Desde aquí mi más sincero agradecimiento a ese agente de la autoridad anónimo (nos dijo un camino que nos dejó en la puerta de donde teníamos que ir) que me dió una verdadera lección de profesionalidad. Ojalá el resto de los policías municipales fuesen la mitad de buenos que ese tio.Ojalá.

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